Cuando terminan las competiciones oficiales se programan festivales veraniegos al amparo de festividades y con apoyo económico municipal o similar. El apoyo moral de “hala chaval” o “aquí gusta mucho la pelota” no sirve para nada. En general, la gente en su totalidad se apunta a todo lo gratis cueste lo que cueste.

Me entero de que ha bajado la oferta con respecto al verano pasado y que el festival de Ezcaray se cayó del calendario por la sencilla razón de que no acudió el personal esperado.

Los empresarios calcularon que en Ezcaray, con varios profesionales y numerosos vascos en el lugar en plan de vacaciones, se garantizaba una entrada como para salvar presupuestos pero resultó un fracaso el torneo. Una pena porque es agradable el frontón y los pelotaris locales tendrían una oportunidad más de lucir.

Tampoco en Bermeo se ha conseguido encajar un torneo en condiciones y resulta más económico una vueltecita por los lugares sardineros que tampoco se rechazan aun que se vaya a la pelota.

La conclusión es que salvo alta competición y en finales o semifinales se ven las butacas vacías.

Pamplona suele ser una excepción y en los torneos sanfermineros se ha consolidado Olaizola contra jóvenes con los que le iban cantando el “requien” y a los que ha mandado a la plaza.

En parejas Ezkurdia se ha asentado y me alegra porque es así como indolente y debiera rendir más. Rezusta está bien casi siempre. El problema de las empresas es que les cuesta dar espectáculos consistentes porque no tienen zagueros de “los de antes” según los que entienden.